20 de noviembre de 2013

MEGACAUSA ESMA:Declara Pedro Sandoval Fontana, nacido cuando su madre y su padre estaban en cautiverio-Testimonios días 105, 106 y 107.

19.11.2013
Había sido apropiado por el agente de Inteligencia Enrique Rei
ESMA: Declara Pedro Sandoval Fontana, nacido cuando su madre y su padre estaban en cautiverio
 


Pedro Sandoval Fontana: Tuvieron que extraerle compulsivamente el ADN. Después lo agradeció. 
El nieto restituido Pedro Sandoval Fontana declarará mañana desde las 9.30 en el juicio oral y público por crímenes de lesa humanidad cometidos en la ESMA, que investiga a 68 acusados por un total de 789 hechos, informó hoy un comunicado de Abuelas de Plaza de Mayo. Pedro es hijo de Liliana Clelia Fontana Deharbe y Pedro Fabián Sandoval, secuestrados el 1° de julio de 1977 en su domicilio de la localidad bonaerense de Caseros. Al ser capturados, Liliana estaba embarazada de dos meses y
medio y pensaban llamar Pedro al bebé que esperaban, si era varón.

Por testimonios de sobrevivientes pudo saberse que ambos estuvieron detenidos en el centro clandestino de detención "Club Atlético" y que Liliana habría sido llevada a parir a la ESMA. Sus familiares buscaron al hijo de Liliana y Pedro incansablemente y denuncias judiciales de Abuelas de Plaza de Mayo  permitieron citar a un joven con la presunción de que podía tratarse de él.

Había sido inscripto como hijo propio por Víctor Enrique Rei, exagente de inteligencia de la Gendarmería Nacional, con una partida de nacimiento falsa.
   
Debido a la negativa del muchacho, la justicia ordenó recoger objetos personales de su domicilio a fin de extraer muestras de ADN.
   
El 14 de julio de 2006, la jueza federal María R. Servini de Cubría informó a la Comisión nacional por el Derecho a la Identidad que estaban los resultados del cotejo

con las muestras del Banco Nacional de Datos Genéticos.

El 7 de agosto de ese mismo año, se reunieron con el joven para comunicarle que los resultados confirmaban que era el hijo de Liliana y Pedro.

Gracias a la alternativa de extracción de ADN de muestras no hemáticas, que contempla la justicia, Pedro pudo conocer su origen y a su familia biológica.
   
Además del caso de Pedro y de su mamá, el Tribunal también investiga dentro de este juicio otros casos de secuestro de embarazadas, sus parejas e hijos.
   
Ellos son María Graciela Tauro, Ezequiel Rochistein Tauro, María Teresa Ravignani Larrague, Ana Rubel de Castro, Castro Rubel (hijo de Ana Rubel), Beatriz Carbonell de

Pérez Weiss, Horacio Pérez Weiss, César Amado Lugones; María Marta Vázquez Ocampo de Lugones, Ricardo Hugo Darío Manuele, Eduardo Suárez, Patricia Villa de Suárez,

Inés Adriana Cobo, Mariel Ferrari, Hugo Alberto Castro, María del Carmen Moyano de Poblete y Poblete Moyano (hija de María del Carmen Moyano).
   
También María Hilda Pérez de Donda, Victoria Donda Pérez, Ricardo Carpintero Lobo, Adriana Gatti, Felisa Violeta María Wagner de Galli, Patricia Teresa Flynn de Galli,

Marianela Galli, Mario Guillermo Enrique Galli, Juan Pegoraro, Susana Beatriz Pegoraro, Evelyn Bauer Pegoraro, Cecilia Marina Viñas de Penino, Javier Gonzalo Penino Viñas, María José Rapela de Mangone y José Héctor Mangone.

La investigación abarca también los casos de Susana Beatriz Siver de Reinhold, Laura Reinhold Siver, Marcelo Carlos Reinhold, Edgardo Patricio Moyano, Patricia Elizabeth Marcuzzo, Sebastián Rosenfeld Marcuzzo, Alicia Elena Alfonsín de Cabandié, Juan Cabandié, Liliana Carmen Pereyra, Federico Cagnola Pereyra, Elba Altamirano de Moyano, José Manuel Pérez Rojo, Patricia Julia Roisinblit de Pérez Rojo, Guillermo Rodolfo Pérez Roisinblit, Orlando Antonio Ruiz, Silvia Beatriz María Dameri, Carla Silvana Ruiz Dameri, Marcelo Mariano Ruiz Dameri y María de las Victorias Ruiz Dameri.

Están acusados por estos hechos Jorge Eduardo Acosta, Adolfo Miguel Donda, Carlos Octavio Capdevila, Juan Alemann, Antonio Pernías, Ricardo Miguel Cavallo, Alfredo Astiz, Antonio Vañek, Juan Antonio Azic, Jorge Luis Magnacco, Juan Carlos Rolón, Carlos Guillermo Suárez Mason, Rubén Oscar Franco y Julio Alberto Poch, entre otros.
Fuente:Telam


06 11 2013
TESTIMONIOS
105. "Que este acto simbólico sea de cadena perpetua"

Fue el pedido de Marta Santos, compañera de Roberto Lertora, detenido-desaparecido en la ESMA. Además, declararon Blanca Arenaza, compañera de Luis Kiper, desaparecido; Graciela Teszkiewicz, hermana de Mónica, desaparecida; y Juan Gaspari, sobreviviente. 


El caso de Roberto Fernando Lertora (844)
Tenía 24 años de edad, militaba en Montoneros y lo apodaban “Momi”. El 27 de abril de 1977 fue privado ilegalmente de su libertad con Adriana Mosso (845), “Dolores”. El operativo fue realizado en su domicilio, en Maza 914, Ciudad de Buenos Aires, por personas armadas, quienes habrían pertenecido al Ejército. Ambos fueron llevados a la ESMA, donde permanecieron en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida y siguen desaparecidos.

El testimonio de Marta Noemí Santos, compañera de Roberto
“Roberto y yo éramos pareja, es el padre de mis hijas Natalia y Laura. Lo que vengo a relatar es lo que vi, las circunstancias del secuestro con Adriana Mosso de Carlevaro. Vivíamos en la calle Maza, en un departamento chico, con la ventana a la calle. La noche anterior, o tal vez hacía dos noches, había llegado a casa Adriana con su hijita de dos años y medio o tres, María Angélica. Esa mañana Roberto estaba por salir y yo me preparaba para ir a hacer las compras en el barrio de Boedo, la feria estaba a unas tres cuadras. 

Quedaron en la casa mis hijas, Adriana y María Angélica. Cuando estoy volviendo por Estados Unidos, antes de cruzar Maza, veo que hay un movimiento raro, diferente, y veo que era un procedimiento militar, pero con hombres de civil, armas largas, varios coches estacionados, tres seguro. Me paro en la esquina con otros vecinos que estaban mirando. Ahí veo que están metiendo a Roberto en un coche y veo que de una casa sacan a Adriana vestida con ropa mía. Me dio mucha impresión, porque podría haber sido yo. La meten en el baúl de otro auto, no era Falcon. En ese momento sentí mil sensaciones, no sabía si ir hacia adelante y hacer un escándalo y pedir ayuda, pero, en orden de preservar la vida, me fui caminando tranquila. Lo primero que hice fue pensar en los chicos, no sabía qué estaba pasando con ellos. Me tomé un colectivo que me llevó a cualquier lado, bajo en cualquier lado y lo primero que hago es llamar a la casa de mis padres. Mi papá justo estaba de viaje y atendió mi mamá. Le cuento lo que pasó, lo que había visto, que estaban las nenas en la casa, y le dije que fuera ya para ahí y se las llevara. Le conté que se habían llevado a Roberto y que por mí no se preocupara, que estaba bien”, relató la testigo. 

El terror en los barrios
“Luego supe por mi familia lo que pasó: mi mamá, Doña Marta, señora de barrio, recurre a una prima y van juntas. En la puerta del departamento dicen que iban a buscar a sus nietas. Les hacen dejar los documentos, les hacen preguntas, pregunta mi mamá qué pasó con Roberto, le contestan que se olvidara de él y `su hija si es viva ya debe estar afuera del país´. Llaman al vecino que tenían custodiando a las niñas y se las bajan. 

Preguntó si podía llevar las cosas de las nenas y le dijeron que no. Les preguntaron cómo se iban, les dijeron que en taxi y les dijeron que ellos se lo buscaban. Las llevaron a Banfield. Cuando llegan, la persona baja con ellas, entra a la casa con ellas, hace dos o tres comentarios medio superfluos. A partir de ese momento, en ese barrio tranquilo, chalecitos a cinco cuadras de la cancha de Banfield, empieza a haber situaciones raras, coches estacionados, parejitas que hablaban, más barrenderos que nunca, situaciones en que sentían que estaban vigilados”, declaró Marta.

De escondidos y aparecidos
“Un mes y medio después, aparece en Clarín una foto de María Angélica. Mi papá la ve, la reconoce y se contacta con el abuelo, a quien le entrega a la niña. Yo estuve tres meses y medio en Buenos Aires, escondiéndome, sabiendo que la situación era complicadísima. Me quedé más tranquila por las nenas, no sabía nada de Roberto, no sabíamos tan claro qué pasaba en los centros clandestinos, así que me escondí. 

Sabía que no podía recurrir a mi papá y mi mamá, y a pesar de que era lo que más deseaba, no podía recurrir a ellos y estar cerca de mis hijos. Siempre, por las dudas, se llevaban al marido y a la mujer, así que viví en pensiones, tuve distintos trabajos, trabajé mes y medio de empleada doméstica, me sentía segura, porque estaba en una casa de familia en Flores, no se me cruzaba por la cabeza irme de la Argentina. 

Luego, me fui de ese lugar, me había ahorrado el primer sueldo, alquilé por el diario un dormitorio compartido, estuve ahí un tiempo y tuve otros trabajos. Siempre trataba de comunicarme con mis hijos, por distintos medios: les mandaba regalos desde distintos correos y tres meses después un amigo me dijo que me tenía que ir del país. Me viene una imagen como si en ese momento alguien me hubiera parido y me hubiera dejado en la calle y arreglate. Este buen amigo de Roberto, que falleció y no pude agradecerle todo lo que me ayudó, otro día vino con un pasaje de avión a Misiones, y me dijo: `mañana te vas´. Me fui el 31 de julio y no vuelvo hasta después de la democracia, en que vuelvo dos veces a visitar y en enero de 1985 vine definitivamente”, dijo Marta. 

ESMA
“Estando en Brasil en el año 1979/80, circula un documento elaborado con un enorme esfuerzo memorioso de la gente detenida en la ESMA, que habían presentado en París. Era un documento que adjuntaba un listado de gente y ahí veo a Roberto”, relató la testigo. 

Robo de bienes
Marta dejó constancia de que los responsables del operativo de secuestro robaron “de todo, desde cosas de las nenas hasta la heladera”. También dijo que cometieron “destrozos, que mi papá le quiso pagar a la dueña de la casa. Se robaron todo, cosas que uno viene juntando desde la infancia. Se llevaron todo, todo”.

Compañeros 
Ante la pregunta del abogado defensor Olmedo Barrios, acerca de si antes de Adriana habían “refugiado” a alguien más en su casa, Marta respondió: “Qué particular modo de llamarlo, `refugiado´. Eran compañeros que estaban sin casa y les dábamos lugar”. 

“La expectativa que esto me provocó, estar acá, siento que es como un hito histórico que nos toca a todos en distinta forma y en distinta medida, que va a tener una marca simbólica en la vida de todos los argentinos. 

Si tengo que hacer una expresión, es la expectativa de que este acto simbólico sea de cadena perpetua, más allá de que vayan muriendo, porque la barbarie que se cometió no tiene parangón”, dijo Marta al concluir su testimonio. 

El caso de Luis Saúl Kiper (336)
Tenía 40 años de edad. En su familia le decían “Nucho”. Militaba en el Partido Comunista. El 30 de julio de 1977, alrededor de las 16:30 horas, fue privado ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, mientras trabajaba como médico en la Asistencia Pública de Boulogne Sur Mer, en la Provincia de Buenos Aires. El operativo estuvo a cargo de al menos cuatro personas vestidas de civil, quienes se identificaron como pertenecientes a la División Alcaloides de la Policía Federal. Luis era médico del Hospital Ferroviario Central. 

Fue llevado a la ESMA, donde permaneció bajo condiciones inhumanas de vida. Habría sido “trasladado” en agosto de 1977 y sigue desaparecido. 

El testimonio de Blanca Alicia Ema Arenaza, compañera de Luis
“El 30 de julio de 1977, alrededor de las 14:30, llamaron a casa. Atendió mi hija mayor y era mi marido. Pidió hablar conmigo. Dijo que lo habían ido a buscar, estaba en la guardia de la Asistencia Pública de Boulogne, que ya no existe. Lo habían ido a buscar de toxicomanía y cortó. Cuando pasaron las horas, estábamos preocupados. Llamé primero a un tío de él y nos sugirió que nos fuéramos de la casa con los tres chicos. Después hablé con el jefe de la guardia, que era muy amigo de él y presenció todo. Me dijo que fuéramos más tarde, no a la Asistencia Pública, sino al bar de enfrente, y que él se iba a cruzar. Él narró que entraron a buscarlo dos personas de civil con el mensaje de que eran de toxicomanía”, relató la testigo.   

Dónde está
“Fuimos tres veces a la Casa de Gobierno y siempre nos mostraban los telegramas que decían que no estaba en ningún lado. Después fuimos a la Iglesia Stella Maris a ver a Monseñor De Nevares. Con él fue distinto, pero todas las gestiones daban resultado negativo. Cuando fuimos a Boulogne, nos dijeron que fuéramos a averiguar a una comisaría en Capital, en la calle Huergo. Ahí nos dijeron que nos asomáramos a la vuelta, que había como una entrada de garaje, y ahí nos iban a decir, pero no había nada. Luego, no supimos nada hasta que mis hijas hablaron con la periodista Pastoriza, que lo vio entrar a la ESMA. La descripción que hizo es real, él estaba con la casaca del ambo y así fue cuando se lo llevaron”, contó Blanca. 

Luego, la testigo contó que cuando Luis la llamó “estaba nervioso, porque una semana antes se habían llevado a otro médico, Ferrari”. 

La familia
Cuando se llevaron a Luis, su hija mayor tenía 12 años, el varón 9 y la hija más chica 3. “Cosas cotidianas que ustedes ya deben conocer: la vida difícil con los hijos al principio, portadores de apellido, estábamos siempre con miedo, incluso mi hijo tenía una profesora cuyo esposo era militar y el miedo estaba. Los dos mayores, que entonces eran más grandes, en la escuela también tenían sus dificultades. El mayor pasó muchos años sin poder hablar de su padre. Ahora está con una psicóloga, pudiendo sacar todo eso. La más chica no recuerda. La familia siempre estuvo presente. por preservarlos, aunque supieron la verdad de entrada, también hubo que decirles que era peligroso decir la verdad. Inventaban historias como enfermedades por las que había muerto el papá, o un viaje a Salta, pero bueno, ya con eso es suficiente. 

Pudieron hacer, dentro de todo, una vida normal. Con todo el dolor, pudieron hacer su trayecto de vida”, dijo Blanca para concluir su declaración. 

El caso de Mónica Beatriz Teszkiewicz (894)
La apodaban “La Gorda Moni”. El 10 de julio de 1976 fue privada ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley. 

Mónica estaba en la vía pública y fue llevada a la ESMA, donde permaneció bajo condiciones inhumanas de vida. Dos días después de su secuestro, integrantes del Grupo de Tareas 3.3.2, fuertemente armados, hicieron un operativo en la casa de la víctima, en la calle Oro 2511, piso 11º B, donde, según informaron los diarios, murieron cuatro personas. Mónica habría sido llevada al inmueble, esposada. Luego fue regresada a la ESMA y sigue desaparecida.

El testimonio de Graciela, la hermana 
“Mi hermana tenía 21 años, cuando la vi por última vez, el 8 de julio en la casa de nuestros padres. Ella no vivía con nosotros, estaba militando desde hacía cuatro o cinco años con la Juventud Peronista. Se fue de la casa. Al día siguiente, un sábado por la mañana, llamó por teléfono y dijo que la habían detenido, que la buscáramos en Moreno. Fuimos al Departamento de Policía y dijeron que no estaba. Luego fuimos a la localidad de Morano y a partir de ahí a todas las dependencias. Nunca tuvimos ninguna respuesta. Después supimos que amigas o compañeras de militancia de ella estuvieron en lo de mi hermana mayor y ahí dijeron que se la había llevado la Marina”, relató la testigo.

“Después nos enteramos que el día 12 fue el episodio de Oro y Santa Fe, que es donde estaba viviendo Mónica. Supimos después que había dos departamentos, en uno vivían ellos y en el otro Cacabelos y Salcedo. Luego nos enteramos el episodio por los diarios, supimos que era ella. Después supimos por las declaraciones de Marta Álvarez, que estuvo en la ESMA, se conocían de la militancia”, agregó Graciela.
“Quiero decirles que hasta el 9 de julio de 1976 yo tenía una hermana y mis padres una hija. A partir de entonces, sólo un vacío. Todos perdimos algo muy importante, nos quedaron preguntas sin respuestas, frialdad de personas a las que recurrimos, nos privaron a todos los que la queremos compartir con ella nuestras alegrías y tristezas. Quienes debían cuidar de todos los ciudadanos, decidían quiénes podían vivir y quiénes debían morir. Pasaron 37 años para que yo pueda decir todo esto. Mónica no sólo fue una hermana: fue mi amiga y confidente. Angustia, miedo, culpa, inseguridad, miedo, tristeza, dolor: todo mezclado. 

Después de su llamado comenzó la búsqueda. Antonio, mi actual marido, nos acompañaba. Mi papá se quedaba en casa por si algo pasaba. Luego, mi mamá siguió sola, para protegernos. También protegió a mi papá, hasta que se enfermó ella, hasta eso me quitaron: la posibilidad de salir a buscarla. Susana, la hermana mayor, estaba embarazada. Luego se fue a vivir a Israel. Al escribir esto me doy cuenta de por qué pasaron 37 años para que pudiera hablar de lo que pasó: porque me sigue doliendo su ausencia, porque sigo viendo el dolor de mis padres, y porque no puedo pensar lo que habrá tenido que pasar ella en sus últimos días con tan sólo 21 años. Quiero decirles, señores, que Mónica que no tiene esta posibilidad que ustedes sí, quiero decirles que Mónica existió, que hay muchos que no pueden estar presentes como nosotros y que hubieran querido estado para preguntarles: ¿por qué?”. Así terminó su testimonio. 

El caso de Juan Alberto Gaspari (183)
Lo apodaban “Gabriel”. El 10 de enero de 1977, alrededor de las 7:00 horas, en el marco de un gran operativo realizado por integrantes del Grupo de Tareas 3.3.2, una gran cantidad de personas vestidas de civiles con armas largas, privaron ilegalmente de su libertad a Juan con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley. Además, fueron secuestrados Conrado Gómez, Emilio Bonazzolla, Marcelo Hernández y Carlos Romero, en la oficina de Gómez, en Santa Fe 1713, en la Ciudad de Buenos Aires.

Todas las víctimas fueron llevadas a la ESMA, donde permanecieron en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida. Juan fue liberado en agosto de 1978.

El testimonio de Juan
“A lo largo de 20 meses de cautiverio, recuero a tres médicos: Capdevila, porque se ocupó de mí y en la tortura les decía a los torturadores cómo dosificar la tortura; también otro que tuvo que ver con la inyección en la muerte de Arrostito por envenenamiento. Uno creo que se llamaba Arias Duval, el otro no recuerdo”, relató el sobreviviente.

La familia
A Juan lo sacaron en una oportunidad de la ESMA para ir a secuestrar a su esposa, Mónica Edith Jáuregui (187). Ante su negativa a colaborar frente al domicilio familiar, el Grupo de Tareas comenzó a disparar. 

“Debe haber sido cerca de la madrugada, que Ricardo Cavallo, que está acá, me llevó en un auto, esposado y engrillado, hasta el frente de mi casa”, contó el testigo. Luego agregó: “escuché un tiroteo y gritos. Me dijeron que las mujeres estaban muertas (Mónica y Azucena Buono, caso 186), pero los chicos vivos. Ahí participaron otras personas que identifiqué después: Pablo García Velasco, `220´ (Weber), Rolón, el ´loco Antonio´ (Jorge Suárez), que luego en la ESMA me dijo que mi mujer había estado herida en el piso y él le había dado el tiro de gracia”.   

“Durante el cautiverio mis hijos eran un elemento de presión y chantaje. Me decían que no iban a entregarlos si no colaboraba con los represores. Fueron llevados al Hospital Ramos Mejía, donde quisieron inscribirlos con otra identidad y los médicos se opusieron, primero porque era un acto ilegal, y además porque necesitaban precisar los meses de vida que tenían para medicarlos. Me dijeron que una médica Rappaport, que se enfrentó y se opuso, por eso fue desaparecida”, narró el sobreviviente de la ESMA.  

Luego, los niños fueron llevados a Casa Cuna, donde estuvieron hasta “que los marinos se los entregaron al Primer Cuerpo de Ejército y se contactaron con mi suegra para entregárselos. El estado de mis hijos era deplorable: pañales que no les cambiaron por semanas, mi hijo tiene recuerdos de unos pasillos, de una señora que se ocupó de él, tiene dos cicatrices en la pierna y el brazo, que no sabe de qué son. Mi hijo menor, Arturo, que vive en Argentina, estuvo en Casa Cuna y pidió expedientes de su caso. Hubo una investigación interna y ahí está la prueba de que lo registraron”. Arturo tenía 5 meses de edad y Emiliano 1 año y unos meses más. 

Testigo
A Juan le hicieron preguntas por otros detenidos-desaparecidos en la ESMA, como el matrimonio Tauro-Rochistein. Contó que los conoció antes, pero a ella la volvió a ver en la ESMA, “tuvo un niño, a principios de octubre o noviembre la trajeron de otro campo en el Oeste. Me pidió que fuera padrino del chico y le dijeron que la iban a llevar de nuevo al otro lugar de cautiverio, donde estaba su marido. Me dijo que si salía le avisara a la madre que el niño había nacido”. 

Robo de bienes
En este juicio por la megacausa se siguen reuniendo testimonios por la causa de robo de bienes de detenidos-desaparecidos. Por este motivo, se le preguntó al sobreviviente sobre las Chacras de Coria. “A mí me preguntaban en la tortura por eso”, dijo. Además, sostuvo que más tarde supo que hubo “una trama que se organizó para la apropiación de esas tierras.  

Sobre las inmobiliarias de la ESMA, sostuvo que “era Rádice el que piloteaba, cuando llegaba alguien propietario de un bien hacían esto de Chacras, pero más chico. Le hacían ceder la propiedad con un documento falso y esa persona luego entraba en otro mecanismo para venderla públicamente. Ellos no querían bienes, sino dinero. Incluso, los bienes de los desaparecidos, como heladeras y demás, los vendieron. Se calcularon alrededor de 70 millones de dólares entre todo eso”. 

Próxima audiencia
El juicio continuará el jueves 7 de noviembre desde las 9:30 horas con más declaraciones testimoniales. 

07 11 2013 
TESTIMONIOS
106. "Nunca conocí a mi padre fuera de la panza de mi vieja"

Fueron las palabras de Norberto, hijo de Ernesto Berner, detenido-desaparecido. Además, declaró María Florencia Labia, nacida en cautiverio, y Beatriz Aisenberg, hermana de Ariel y Luis. 


El caso de Ernesto Eduardo Berner (615)
Militaba en la Juventud Peronista y en Montoneros. Lo apodaban “Popo” y “Mariano”. El 11 de enero de 1977 fue privado ilegalmente de su libertad en la Ciudad de Buenos Aires, con violencia, abuso y sin las formalidades prescriptas por la ley. 

Berner fue llevado a la ESMA, donde permaneció en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida y sigue desaparecido.

El testimonio de Norberto Carlos, hijo de Ernesto 
“Creo que por su corta vida no estaría de más comenzar desde el nacimiento de mi padre. Él nació el 2 de julio de 1954 en Castelar. Vivió ahí su infancia, estudió en la Escuela Modelo de Castelar. Tenía una vida social muy activa, participaba en distintas actividades sociales con chicos de su edad y también se dedicó al deporte: juagaba al rugby en el Club San Martín, en Tres de Febrero, ya terminado el secundario. Ahí empezó a estudiar Derecho en la UBA, en el `72 ó  `73, y continuó su participación activa en la vida social, se acercó a la Juventud Universitaria Peronista, relacionada con Montoneros, y militó pocos años, porque desapareció a las 22”, relató Norberto.

“Entre sus compañeros de militancia estaban Vitali, De Pedro y Tala Ventura. Tengo entendido que lo conoció a Miguel Talento, `Pancho´”, dijo el testigo. “En el año `76 sigue militando, pero ya no en la Universidad, sino en la estructura de finanzas de la Organización Montoneros, y en los últimos años empieza a noviar y convivir con mi madre, Isabel Teresa Cerruti. Ella queda embarazada en noviembre de 1976. Sé que para Navidad ya había regalos con motivo del embarazo”, agregó. 

Recuerdos de la infancia
“Fue una época compleja, sin dudas. En el año `76 las relaciones eran compartimentadas a los conocidos, por razones de seguridad, sobre todo de los demás. El 11 de enero de 1977, y lo sabemos porque el 10 de enero es el cumpleaños de mi mamá, sé que rompiendo cuestiones de seguridad, hicieron una reunión para festejar el cumpleaños. Esa fue la última vez que lo vio mi vieja. El 11 de enero es desaparecido, por lo que pude reconstruir, en un evento en Capital, en Almagro o Flores, en lo que sería una cita cantada. Esto es en el marco de la caída de la estructura de finanzas, que comienza unos días antes, por lo que se pudo reconstruir, supimos que estuvo en la ESMA por un tiempo muy corto, porque no era una época en la que los desaparecidos estuvieran demasiado tiempo allí, más bien era una época de interrogatorios. Termina sus días en un vuelo de la muerte, eso fue reconstruido fundamentalmente a través del testimonio de Lauletta, del EAAF y Maco, que siempre estuvo muy presente. Pude leer la causa Scilingo en España, donde el hecho de mi papá figura como uno de los casos por los cuales fue condenado”, declaró Norberto Berner. 

“Después la vida continuó. A partir del momento de la desaparición, mi madre, ya embarazada de mí, estaba en una situación compleja de seguridad. Pasa a otro estadío, por suerte. No me va a alcanzar la vida para agradecer a Lucila Révora y Enrique De Pedro, `Quique´, que son quienes se hacen cargo de mi vieja en esa situación y la guardan y la cuidan hasta que muere Quique. Yo creo que pierde la vida, porque no sabemos bien en qué circunstancias ocurrió. Ahí mi madre siguió guardada y cuidada por otros compañeros, hasta que va a vivir con mi abuela materna, Teresa, con mi abuelo y mi tío Juan Carlos.

Nacer 
“El parto de da en Parque Chas, en la casa del médico, que además uno no para de agradecer, aunque falleció. Fue quien le sugirió que sea en su casa, porque él había vivido otras dictaduras y lo sugirió por cuestiones de seguridad. Yo nací el 23 de agosto de 1977, así que nunca conocí a mi padre fuera de la panza de mi vieja”, sostuvo Norberto.

“En julio de 1978, en una de las visitas que intentaba hacer mi mamá con mi abuela paterna, cuando la vamos a visitar, mi abuela había sido chupada (secuestrada) unos días antes por una patota de ABO (circuito represivo Atlético-Banco-Olimpo). Caemos ahí, nos llevan con mi vieja al Banco. Yo estuve un día en ese centro con 11 meses de edad, mi abuela y mi vieja estuvieron hasta que cerró el ex centro clandestino Olimpo, en enero de 1979”, contó el testigo.

Identidad
Norberto contó que cuando fue a la escuela primaria fue anotado con su apellido materno, pero en la secundaria su abuela decidió ponerle su apellido: “Durante muchos años fui hermano de padre e hijo de mi abuelo. La historia prosigue desde el regreso de la democracia, con muchas gestiones. Mi vieja siempre participando de cuanto grupo pudiera organizarse y yo, cuando entré a la Universidad, empecé a participar de la única forma que entendía mi generación. Era el año `97 ó `98, época de resistencia contra la impunidad, la única forma de romper ese cerco de que esto era algo que me había pasado a mí solo, entonces la única forma de reconstruir era encontrándose con quienes pasaron una historia similar. Mis abuelos también militaban, creo que yo lo hubiera hecho de todos modos, pero en el marco de la Universidad empiezo a militar en H.I.J.O.S. y surge la necesidad de recuperar mi identidad. Si bien la tenía, pero era la pelea por la justicia legal, buscaba lograr justicia. Empieza a surgir la idea de recuperar mi identidad e inicio una tarea titánica desde lo humano, lo personal y lo familiar, por conseguir hacernos el ADN”.

“Yo tuve que hacerle un juicio de filiación a mi padre (desaparecido) y a mi abuela. El Estado represor me obligó a eso para recuperar mi filiación. Ya en el `99 ó 2000, yo todavía estaba estudiando. Nos hicimos el análisis en el Banco Nacional de Datos Genéticos. En el 2001 recibo el resultado y en septiembre del año 2003 fue la sentencia. Esas fechas no son casualidad, que yo después del 25 de mayo del 2003 tenga la sentencia que diga que soy hijo de Ernesto Berner, de `Popo´”, sostuvo Norberto.

“Todos somos parte de la historia argentina. A ninguno nos tendría que haber pasado lo que nos pasó. Es una marca indeleble, donde no hay prácticamente noticia en los últimos 25 años que tengo claro uso de razón que le revuelva el estómago, el alma, recordando la ausencia y no tener ni siquiera la posibilidad cristiana de enterrar a sus muertos, pese a ser agnóstico, ni esa mínima posibilidad”, sostuvo el testigo, quien agregó para finalizar: “Les agradezco mucho el tiempo y el cuidado”. 

Los casos de Susana Beatriz Siver (351), Marcelo Carlos Reinhold (352) y Laura Siver-Reinhold (438)
Susana militaba en la Juventud Universitaria Peronista y en el Centro de Estudiantes de Derecho. La apodaban “Susanita”. A Marcelo le decían “Chelo”. El 14 de agosto de 1977, a las 16:00 horas, fueron privados ilegalmente de la libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley. El operativo fue cometido en su casa en Haedo, Provincia de Buenos Aires, por un grupo de individuos armados. Susana, quien estaba embarazada de cuatro meses, y Marcelo fueron secuestrada con su amigo Alejandro Roberto Odell. 

Susana y Marcelo fueron llevados a la casa del SIN (Servicio de Inteligencia Naval) y el 17 de octubre fueron trasladados a la ESMA, donde permanecieron en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida. Un domingo de enero de 1978, aproximadamente el día 16, Susana comenzó a tener dolores de parto y, dado que el Dr. Magnacco estaba de vacaciones, Scheller fue a buscar al jefe del Servicio de Ginecología del Hospital Naval de Buenos Aires, quien diagnosticó que debía practicarse una cesárea en un hospital. En consecuencia, Susana fue llevada al Hospital Naval, permaneció en una cama con rejas. En ese lugar nació su hija Laura. Después fueron devueltas a la ESMA, donde pudieron estar juntas entre 10 y 15 días. La niña no fue entregada a sus abuelos y recuperó su identidad recién en el año 2011.  

Con respecto a Marcelo, se supo que el 9 de noviembre de 1977 fue trasladado y ese mismo día se encontró su cuerpo incinerado dentro de un vehículo Renault destrozado y totalmente incendiado, en el km 34, acceso Pilar, Ruta Panamericana. Susana sigue desaparecida. 

El testimonio de María Florencia Labia (Laura Siver-Reinhold)
“Mi papá se llamaba Marcelo Carlos Reinhold y mi mamá Susana Siver, los conocí en 2011, cuando recuperé mi identidad, luego de hacerme un ADN de manera voluntaria”, contó la testigo. 
“Lo que pude reconstruir son relatos de gente que los conoció. Conocí a mi familia biológica de ambos lados. Tengo una abuela paterna, que en sus 93 años algo me contó, tengo primos y tíos que conocieron a mi papá. Sé que estudiaba abogacía, que vivió en Haedo, militaba en Montoneros. Mi mamá nació en Parque Chas, militaba en la Facultad. Conocí a mi tía biológica, su hermana, en España. Tenía otro hermano, pero falleció”, contó la testigo, quien agregó que su mamá “también estudiaba abogacía, se conocieron en la Facultad, se pusieron de novios rápido, se casaron. Si no tengo mal entendido, mi mamá perdió un embarazo y luego quedó embarazada de mí. Sé que mi mamá desapareció de la casa de Haedo y a mi papá lo encontraron cerca. Fueron vistos en la ESMA, donde yo nací por cesárea. En realidad nací en el Hospital Naval y de ahí fui trasladada de nuevo a la ESMA con mi mamá, donde estuve aproximadamente 20 días”. 

“Yo nací el 15 de enero y fui inscripta el 7 de febrero. Mi mamá me llamó Laura y me decía `Lauchita´. Agradezco poder dar mi testimonio por aquellos que no están hoy presentes y poder usar la palabra por aquellos que no tuvieron la posibilidad de defenderse”, concluyó.  

El testimonio de Beatriz Aisenberg, hermana de Ariel y Luis Daniel Aisenberg
La testigo amplió su declaración anterior, en el marco de las reglas sugeridas por Casación. 
“Me parece que hablaron los dos. Para mis padres fue una sorpresa, porque vieron que se llevaban a Luis, pero no sabían qué había pasado con Ariel. Habló un señor, no sé si con mi mamá o mi mamá, y dijo que no se preocupara. Hablaron varias veces, trataron de tranquilizarlos. Dijeron que había cuestiones que tenían que ver con a la hermana de la novia de Luis, que se vaya del país”, relató la testigo.

 “A Luis le decían `Ron´ y a Ariel `Tango´, pero no estoy muy segura. Ariel tenía 18 años y Luis 21”, contó Beatriz. “Estuvieron en la ESMA. Está la declaración de Ludia Vieyra, que los vio. Lidia es hermana de Silvina, la novia de Luis. En ese momento no sé si fue la mamá de Silvina o Lidia misma que llamó a mis padres por teléfono y les dijo que Lidia estaba desaparecida. También estaba desaparecido un amigo de Ariel. Se los llevaron desaparecidos más o menos juntos”, agregó.

“Esperamos que se termine la impunidad, que hagan juicio y castiguen a quien corresponda”, concluyó.  

Próxima audiencia
El juicio continuará el lunes 11 de noviembre desde las 9:30 horas con más declaraciones testimoniales. 

11 11 2013 
TESTIMONIOS
107. "La justicia, para ser justa y reparadora, tiene que llegar a tiempo"

Fueron las palabras de Juan Diego Botto, hijo de Diego Fernando Botto, detenido-desaparecido en la ESMA. Además, declaró María Cristina Botta, madre de Juan Diego y compañera de Diego. 


El caso de Diego Fernando Botto Alduncín (835)
Tenía 27 años de edad y militaba en la Juventud Peronista. Entre el 20 y el 21 de marzo de 1977 fue privado ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley. Fue llevado a la ESMA, donde permaneció en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida y sigue desaparecido.

El testimonio de Juan Diego Botto Rota (videoconferencia desde España)
"Lo que yo sé es que en la noche del 21 de marzo del ´77, aproximadamente a las nueve de la noche, mi padre llama por teléfono a mi madre para decirle que va para allá. Nosotros entonces vivíamos en Adrogué. 

Yo tenía 1 año y siete meses cuando mi padre desaparece. Mi padre sale de la casa de mi abuela, y esa llamada de teléfono es la última vez que mi madre habla con mi padre y que ve a su hijo. A las 23:30 mi madre llama a su suegra para preguntar por mi padre. Al día siguiente, empieza la búsqueda de mi padre. No va teniendo noticia y en el momento en que lo peor se convierte en probabilidad cercana, viaja a La Plata y presenta un hábeas corpus", contó el testigo. 

"En noviembre del ´78, mi madre se exilia en España con nosotros. Aquí también sigue haciendo cosas", relató Juan Diego, y agregó: "Sé por el relato de mi madre que desde el 21 de marzo que desaparece mi padre hasta noviembre del ´78 que nos vamos, nos cambiamos 14 veces de casa. El primer recuerdo mío, personal, es el avión que nos trae de Buenos Aires a Madrid. No tengo recuerdos propios de mi padre, mi hermana mayor sí los tiene". Juan Diego decidió contar los recuerdos de su hermana, María Florencia, quien tenía 3 años de edad: "En los meses posteriores a la desaparición de mi padre, se fijó una rutina de recordar el día en que había pasado lo de mi padre, todo eso me lo contaba, para que supiera que no era una ficción. Mi madre siempre nos contó que mi padre había desaparecido por motivos políticos. Siempre, en la infancia, tuve la sensación de que lo iba a encontrar. Para un niño, entender que una persona desaparece es muy difícil de imaginar.

H.I.J.O.S.
"En el 2003 viajo a Buenos Aires para tener más información sobre mi padre, hablar con gente que lo conoció. Mi padre era un actor que era políticamente activo, militante, y así me lo corroboraron los amigos con los que hablé, su profesor Agustín Alezzo. Entré en contacto con un organismo de derechos humanos que se llama H.I.J.O.S., eso en el 2003. Fue la primera vez que estaba rodeado de gente en la misma situación que yo. Una característica del exilio es que te descontextualiza", relató Juan Diego, y agregó que cuando cumplió 28 años de edad e "iba a ser mayor de lo que nunca fue mi padre, fue la primera vez que tomé conciencia de que ´desaparición´ es un eufemismo para englobar secuestro, posible tortura y asesinato. Sabía que mi padre estaba muerto, pero hasta ese entonces no había tomado conciencia de que mi padre había sido probablemente torturado en la ESMA".

Testimonios  
Juan Diego contó que su madre escribió un libro: "Les diré que te recuerdo", a modo de biografía de su padre. Además, dijo que "el otro día, hablando con mi madre respecto de la declaración de hoy, me dijo que si esto hubiese llegado hace 30 años, hubiese podido rehacer mi vida con cierta felicidad. La justicia, para ser justa y reparadora, tiene que llegar a tiempo".

"He esperado mucho este momento. Posiblemente, pase toda mi vida pensando qué les diría a los responsables del secuestro, tortura y asesinato de mi padre, si hubiese un proceso. Su mayor derrota es que en todo el mundo hablar de los represores de la dictadura argentina es hablar de lo más ignominioso. Lo único que tengo ganas de decir es que mi madre está ahí, testificando. Mi hermana está en la sala de al lado, con mi mujer y mis hija. Estoy feliz de que esté mi madre afuera, a mi hija le inculco los valores de mi padre Fernando Botto y mi madre Cristina Rota, con muchísimo orgullo y alegría", dijo para concluir.

El testimonio de María Cristina Rota Fernández (videoconferencia desde España)
"La noche que no volvió a casa, estábamos en una Quinta de Adrogué. Estábamos solos, con los niños, y a las once de la noche no había vuelto. Me había dicho que venía sobre las nueve. Llamé a su madre, que me dijo que había salido por ahí. A partir de allí, no apareció más", contó la testigo. "Dadas las circunstancias, lo que nosotros sabíamos que estaba pasando, presenté un hábeas corpus en la Ciudad de La Plata, a la cual me trasladé al día siguiente con mis dos hijos. Me trasladé a Villa Elisa, casa de mi madre. Por eso al hábeas corpus lo puse en La Plata. Fue el primer trámite que hice. El segundo fue avisar a los padres y familia. 

Luego, donde estaban trabajando amigos, como Federico Luppi, entre otros, para preguntar si  lo habían visto o si tenían noticias de él", agregó.    

El silencio de la Iglesia
"Nadie tenía noticias de él, de manera que empecé a llamar a amigos por teléfono. Toda esa semana me dediqué a llamar a amigos por teléfono. Le pedí a su familia de Buenos Aires, a su madre que presentara un hábeas corpus en Buenos Aires. El segundo trámite que fui desarrollando fue averiguar todo mecanismo oficial y no oficial para encontrarlo. Sabiendo las cosas que estaban pasando, no era ajena, ni distraída, en cuanto a mis obligaciones sociales. Fue a la SIDE, estaba Grasselli en el Arzobispado de las Fuerzas Armadas, estaba por ahí, por Retiro, cerca del edificio Cóndor. Allí empecé a ir todos los viernes, todas las semanas, me tomaban declaración. Me hacían firmar ante un joven. El señor Grasselli negó que en Argentina hubiesen desaparecidos. Primero, fue muy agresivo, dijo que seguramente estaría con otra. Seguí yendo a la semana siguiente y la siguiente, hasta que un día me empezó a tratar mejor. Me citó en una dependencia de la Iglesia, una especie de colegio, me dijo que trabajaba allí. Me dijo que había hecho averiguaciones y que había detectado que estaba en Campo de Mayo, que estaba vivo y bien. A partir de allí, me pidió que no llamara más", relató María Cristina.

"Después de eso le mandé una carta a Monseñor Tortolo. No recibí respuesta al principio, luego recibí una carta que decía que conservara la alegría y la esperanza", sostuvo la testigo.

La ESMA  
"Por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), y gracias a todo este destape de cambio político en Argentina, los antropólogos toman declaraciones a alguna gente, entre ellos a Miguel Lauletta, quien dio testimonio de quien llamaban ´el actor´. (Diego) Era muy conocido por la tele y el teatro", narró María Cristina, quien también contó que "todavía conservo su corbata, por si salía".

Desaparecidos 
María Cristina dijo que Diego "siempre estuvo obsesionado con las desapariciones, con que había que devolverle al pueblo sus libertades. Le parecía horroroso lo que estaba pasando y se sentía muy culpable por pertenecer a una clase favorecida. Tomó contacto con gente peronista, con un grupo de actores. Hay tanto, es tan largo todo, que es lo único que creo que sirve como testimonio".

"La gente desaparecía. Había casi obligación de callarse la boca. Iba desapareciendo gente. En la última serie de televisión, iba desapareciendo gente del elenco", sostuvo la testigo, y agregó: "A los 15 días de desaparecer, recibí un llamado que me conmovió mucho, me destrozó. Lo llamó un actor muy famoso para trabajar en una obra".  

"Me hubiese gustado enterrar a mi muerto y a muchos otros muertos", dijo para concluir.

Próxima audiencia 
El juicio continuará el miércoles 13 de noviembre desde las 9:30 horas con más audiencias testimoniales. 
Fuente:EspacioMemoriayDDHHexEsma

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